Los sarcomas son una variedad poco común de cáncer que aparece en los
huesos o en tejidos como los músculos o los nervios. No superan el uno por
ciento de todos los cánceres y se diagnostican cada año sólo en cuatro o cinco
personas de cada cien mil. Aunque pueden aparecer en cualquier edad, muchos
de los afectados son adolescentes, adultos jóvenes o niños. Existen más de 150
variedades de sarcomas reconocidas por la Organización Mundial de la Salud.
Algunas de ellas son muy semejantes entre sí, pero otras poseen características
únicas que influyen mucho en su tratamiento.
La principal distinción de los sarcomas se establece entre los que nacen en el
esqueleto, y los que lo hacen en otros lugares. A estos últimos se los conoce, en
conjunto, como sarcomas de partes blandas o, abreviadamente, SPBs. El
sarcoma de Ewing y los tumores del estroma gastrointestinal (GIST) son
sarcomas tan peculiares en todos sus aspectos que se los considera siempre
aparte.
De la cabeza a los talones, no hay casi un solo lugar del cuerpo en el que no
pueda existir un sarcoma. Tejidos como la grasa, los vasos sanguíneos o los
nervios se hallan por doquier y pueden ser el origen de sarcomas. Pero existe
otra razón más importante para la ubicuidad de los sarcomas; el tejido
conectivo (que conecta) forma una especie de andamiaje que aprovechan las
células para colocarse en la posición que deben y dar a órganos y vísceras su
tamaño y forma característicos. El tejido conectivo llega a todos los rincones de
nuestro cuerpo y es capaz de malignizarse dando origen a sarcomas de varios
tipos.
Todos los sarcomas se pueden curar si se los diagnostica a tiempo. El método
curativo por excelencia es la cirugía. La radioterapia y los tratamientos médicos,
como la quimioterapia o los tratamientos modernos de tipo molecular, se
pueden emplear para facilitar la operación o para disminuir las probabilidades de recaída.
En términos generales, la existencia de metástasis señala la frontera entre los
cánceres curables y los incurables. Las metástasis son ramificaciones del cáncer,
cuyas células pueden desprenderse del tumor original, viajar a través de la
sangre u otras vías naturales, y acabar anidando en tejidos distantes. Por
ejemplo, un sarcoma podría nacer en los músculos del muslo y acabar
originando metástasis en los pulmones. Si las células de esas ramificaciones se
observan con el microscopio, no tienen en absoluto la apariencia de células
pulmonares, sino la de los músculos de los que nacieron.
En el caso de los sarcomas, también es cierto muchas veces que la existencia
de metástasis señala a la enfermedad incurable, pero no siempre. Bajo ciertas
circunstancias, algunas metástasis se pueden extirpar con la intención de curar
al paciente. En otros casos, como el del sarcoma de Ewing, la quimioterapia
puede erradicar para siempre todos los focos de enfermedad, incluso cuando
existen metástasis dispersas por varios órganos vitales. Por último, la existencia
de metástasis incurables no implica necesariamente un tiempo de vida corto.
Hoy día hay tratamientos, como el de los GIST, que pueden prolongar durante
años una vida de calidad completamente normal.
Resulta muy importante que el médico responsable del tratamiento, ya sea cirujano u oncólogo, sea experto en sarcomas.
Todos los sarcomas tienen peculiaridades de diagnóstico y tratamiento que los
hacen muy diferentes de los cánceres más comunes, como los de mama, colon,
pulmón o próstata. Por otro lado, son tan infrecuentes que muchos especialistas
no se encuentran más que con dos o tres casos al año. Es por eso que resulta
muy importante que el médico responsable del tratamiento, ya sea cirujano u
oncólogo, sea experto en sarcomas. Está demostrado que los enfermos tratados
en centros que atienden a muchos pacientes de sarcoma tienen mejor
pronóstico. Es cierto que el tratamiento debe iniciarse cuanto antes en esta
clase de enfermedades. No obstante, un retraso de una o dos semanas no
influye en la mayoría de los casos y es todo lo que se necesita para recabar la
segunda opinión de un experto en sarcomas. Incluso una biopsia realizada de
modo poco apropiado puede condicionar negativamente el tratamiento
posterior. Idealmente, el consejo del experto debe buscarse ante la mera
sospecha de que una lesión pueda tratarse de un sarcoma.
Los Sarcomas en los Niños
Ahora hablaremos de los sarcomas en los niños :
Aproximadamente uno o dos de cada diez cánceres diagnosticados en los niños es un sarcoma. Las variedades más comunes son el rabdomiosarcoma (surge de los músculos), el osteosarcoma y el sarcoma de Ewing (ambos nacidos en el hueso). La inmensa mayoría de los sarcomas de los niños aparecen en los brazos y en las piernas, sobre todo en torno a la rodilla. Las formas de presentación son muy variadas, de modo que es casi imposible ofrecer pautas para el diagnóstico precoz de los sarcomas en los niños. No obstante, el síntoma más común es la aparición en la extremidad de un bulto doloroso que crece con rapidez.
Las opciones de tratamiento de los sarcomas de los niños son
semejantes a las del adulto en lo general, pero muy distintas en sus
aspectos particulares. Desde luego, que la cirugía, la quimioterapia y la
radioterapia constituyen los pilares del manejo de los niños con sarcoma, pero
ahí acaban las semejanzas. Por ejemplo, un sarcoma del hueso que resulta
relativamente fácil de solucionar en un adulto mediante un fragmento de hueso
de donante cadáver o una prótesis interna de titanio, puede plantear muchos
más problemas en una niña de once años en la que no sólo hay que suplir el
hueso que se ha quitado, sino conseguir que la pierna afectada siga creciendo a
la par que su pareja. En un adulto, podríamos radiar una rodilla sin esperar
apenas efectos adversos, mientas que la misma radioterapia en un niño
destruiría el cartílago de crecimiento y devendría con los años en una pierna
acortada. La médula ósea de los niños (el tuétano de los huesos, donde se
fabrican las células de la sangre) mantiene tal capacidad de regeneración que
los pequeños, tan frágiles como parecen, aceptan sin inmutarse dosis y
combinaciones de quimioterapia impensables para alguien de 40 o 50 años.